CRIMINALES PRESENTES EN LA CADENA ALIMENTARIA
Lamentablemente, en nuestro país, salen regularmente a la luz actos de naturaleza criminal que emponzoñan de una forma significativa el reiterado y continuado “buen hacer” a lo largo de nuestra cadena alimentaria de la CASI totalidad de los ganaderos, de los agricultores, de los técnicos y de los empresarios, que en ella laboran día sí y día también.
Pero este CASI es el que hace un daño inmenso porque, cuando salen a la luz irregularidades o actos de naturaleza criminal (como es el caso que hoy aquí nos ocupa) se generan dudas, muchas dudas, en nuestra sociedad, en nuestros consumidores, acerca del nivel de profesionalidad y de honorabilidad (léase, de decencia y de honradez) de los profesionales implicados en la mencionada cadena alimentaria.
Vienen a cuento estos dos primeros párrafos de la presente nota porque, tal y como se ha publicado hace un par de días (por ejemplo, en la Revista Alimentaria) y tal y como tuve que reconocer en una de las clases que dicté la semana pasada a un grupo de directivos y empresarios, muy desgraciadamente, en el ámbito de nuestra cadena alimentaria, “no siempre es oro todo lo que reluce”.
En efecto, en el caso que aquí me ocupa, funcionarios del Servicio Español de Protección del Medio Ambiente (SEPRONA), apoyados por la Europol, promovieron una amplia investigación, revisando la documentación de más de 10.000 caballos. Esta investigación tuvo su origen en la detección de la presencia de carne de caballo no apta para el consumo humano en el mercado. La misma tenía su origen en 300 caballos no aptos sacrificados en distintos mataderos de la provincia de Barcelona.
La mencionada investigación también propició la incautación de 185 pasaportes falsificados de otros tantos caballos y la detección de otros 100 caballos que no cumplían con las regulaciones que atañen al mercado de los alimentos.
La mencionada investigación también propició la incautación de 185 pasaportes falsificados de otros tantos caballos y la detección de otros 100 caballos que no cumplían con las regulaciones que atañen al mercado de los alimentos.
Ello pudo tener lugar porque una red criminal, ubicada en la provincia de Barcelona y que estaba operativa desde el año 2015, hacía llegar al mercado, en este caso concreto, carne de caballo inadecuada para el consumo humano. Ello ha sido posible porque, como ya lo imaginarán ustedes, la red falsificaba todos los documentos necesarios, tanto en granjas como en mataderos, para poder sustentar, respaldar y desarrollar sus actividades ilegales.
De acuerdo con los datos de que se han publicado hasta el momento de escribir estas líneas hay del orden de 15 personas sospechosas detenidas y otras tantas están siendo investigadas; implicados también están, al parecer, explotaciones, ganaderos y veterinarios de la zona.
Pero, probablemente la cuestión más grave está en el hecho de que, de acuerdo con la documentación falsa incautada, este grupo criminal (porque no puede tener el mismo otra calificación) podría ser el responsable directo de la introducción en el mercado, a lo largo de estos últimos cuatro años de carne procedente de cientos de animales que no cumplían con las normativas vigentes en la Unión Europea (y, consecuentemente, en España).
Confío plenamente en que, una vez más, los funcionarios del SEPRONA (Guardias Civiles especialmente entrenados para cumplir con las funciones ligadas a la sanidad animal (y todo lo que ello implica), y con las funciones de protección, recuperación y defensa de los espacios naturales y de los seres que los habitan, de la vigilancia y de la protección de los suelos, del agua y de la atmósfera, así como de la conservación de las diferentes especies) podrán llegar, caiga quién caiga, al fondo de todas estas acciones criminales explicitadas.
Paralelamente espero que, posteriormente, la justicia aplicará a todos los implicados las mayores penas posibles.
Hemos de tener bien en cuenta que aquí no sólo están en juego los derechos innegociables de los consumidores, sino también, como lo he comentado anteriormente, la imagen, la profesionalidad y la honorabilidad de las miles de personas que están o estamos, de una u otra forma, vinculadas, a la cadena alimentaria.
Y hay una cuestión que tengo diáfanamente clara: “con las cosas de comer”, no se juega.