UNA MIRADA CRÍTICA: Los virus no conocen de fronteras, pero sí de estaciones del año.
Dr. Iván Sanz Muñoz – Responsable Científico y de Vigilancia Virológica. Centro Nacional de Gripe de Valladolid, España.
“Un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias”
-Peter Brian Medawar
A veces nos olvidamos que vivimos en un mundo interconectado, tanto para lo bueno como para lo malo. Y no nos referimos a Facebook, Twitter o Instagram, si no a vuelos, viajes y comunicación humana. En tan solo unas 24 horas podemos saltar desde España hasta Australia, las casi antípodas de nuestro mundo, y darle un beso y un abrazo a un ser querido. Que fácil se antoja entonces que un virus pueda recorrer el mundo entero en tan solo unas horas, y que con un simple gesto infectemos a otra persona que contribuya a continuar la cadena de transmisión. El brote actual de SARS-CoV-2 nos ha enseñado que, si antes era fácil que se produjera una pandemia, ahora mucho más. Tenemos todos los ingredientes necesarios para que un nuevo virus emergente, si logra sobrevivir a los primeros embates de su propia evolución, pueda estar desafiando a la especie humana en tan solo un mes y medio desde su aparición.
Los hechos que han acontecido desde la aparición del SARS-CoV-2 en diciembre de 2019, no han hecho otra cosa que demostrar que la forma actual de vivir del ser humano favorece que las cosas sucedan cada vez más rápido. Y de hecho, parecen suceder especialmente deprisa en cuanto a enfermedades infecciosas se refiere. Solo cuatro meses después de que un extraño y nuevo virus causara varios casos de neumonía en la ciudad china de Wuhan, los telediarios abren a día 1 de abril las noticias con más de 650.000 casos confirmados de COVID-19 en el mundo y un total de víctimas mortales que asciende hasta las casi 40.000. El ritmo, sin duda, es vertiginoso y agobiante.
El día 26 de febrero de 2020, el Ministro de Salud Italiano Roberto Speranza le contestó a la comisaria de Salud Europea Stella Kyriakides que “los virus no conocen fronteras y no se paran ante ellas”. Podríamos hacer muchas divisiones y fronteras a nivel mundial que no sean meramente estatales. Divisiones que sigan criterios políticos, geoestratégicos, de países ricos vs pobres, o incluso según los deportes que más se practican o la bebida alcohólica que más se consume en cada uno. Pero hay una división natural que muchas veces queda en el olvido, y que ciertos virus como los respiratorios sí que conocen a pies juntillas, el hemisferio norte y el hemisferio sur. Desde nuestras latitudes, nunca hay que olvidar que nuestros colegas argentinos celebran la Navidad pasando calor vestidos de Papá Noel en la playa. Pero también sucede al revés. Ahora está comenzando el buen tiempo en el hemisferio norte y progresivamente el hemisferio sur se va sumiendo en el otoño y el invierno.
Los últimos reportes indican con claridad que la pandemia de SARS-CoV-2 se está cebando especialmente con países europeos como España, Italia y Alemania (entre otros), y también con Estados Unidos. Todos países del hemisferio norte. Pero países del hemisferio sur, como Brasil, Chile, Argentina o Australia, están incrementando muy rápidamente en estas últimas semanas el número de contagios por esta nueva enfermedad infecciosa. Algunos artículos científicos publicados muy recientemente parecen ligar una mayor difusión del virus a las bajas temperaturas. Esto no es nuevo, y como ya sucede con otros virus respiratorios, el clima parece ser uno de los factores que provocan que, por ejemplo, la gripe circule en forma de epidemias circunscritas a los meses más fríos del año. Pero cuando nos enfrentamos a un virus nuevo, un virus pandémico frente al cual la población humana no tiene inmunidad previa, podemos afirmar que este “campa a sus anchas”. Al no encontrarse población con inmunidad previa, la capacidad del virus de difundir de persona a persona es muy alta, y por tanto las condiciones climáticas parecen no ser un factor tan relevante durante las pandemias. A pesar de esto, el frío si puede condicionar el diagnóstico de este nuevo virus y el tratamiento de los pacientes, por factores no relacionados intrínsecamente con él.
En el hemisferio norte acabamos de entrar en la primavera, y el futuro pico de casos de COVID-19, sea más pronto o más tarde, se juntará con el calor veraniego y esto limitará la dispersión del virus en mayor o menor medida. Pero no nos olvidemos de nuestros vecinos del sur. Ellos, que están aumentando rápidamente el número de casos confirmados, y que están en pleno ascenso de esa famosa curva que tanto miedo genera, van a entrar en su época fría del año. Es en esta época fría en la que, tanto la gripe como los virus respiratorios que causan el resfriado común tienen su mayor actividad. Y el principal problema es que es probable que coincidan con el mayor pico de actividad del SARS-CoV-2 en este hemisferio. La situación puede tornarse especialmente complicada en estos países meridionales, puesto que no solo van a encarar una pandemia por un nuevo virus, sino que además tendrán que lidiar con múltiples infecciones causadas por los enemigos habituales. Esto sin duda sobrecargará aun más los sistemas sanitarios, y obligará a estos países a esforzarse no solo por tratar a los infectados por SARS-CoV-2, sino también a diferenciarlos de aquellos que tienen infecciones causadas por la gripe u otros virus respiratorios, o incluso otros coronavirus humanos que nos acompañan desde hace años (HCoV-OC43, HCoV-229E, HCoV-HKU1 y HCoV-NL63). En España y en otros países europeos hemos tenido la “suerte” de que el aumento de casos de SARS-CoV-2 haya coincidido con el final de la epidemia de la gripe de la temporada 2019-2020. Si no, los esfuerzos por un diagnóstico correcto hubieran sido titánicos, y el tratamiento de los enfermos aún más complejo del que ya está siendo.
Pero no nos relajemos. El pico de contagios llegará, y la curva bajará, como siempre lo ha hecho en las múltiples pandemias que ha sufrido la humanidad en su historia, y especialmente en los últimos 102 años. Así funcionan las pandemias. Y tras esta época de confinamiento, y sobre todo de extremo trabajo por parte de los sanitarios y de las fuerzas de seguridad del Estado, entre otros profesionales, es probable que sintamos la necesidad de salir, de disfrutar, de tomar una cerveza con los amigos en una terraza y de abrazarlos. Pero mientras, es muy probable que el virus esté haciendo de las suyas en otros países, y especialmente en el hemisferio sur. Disfrutemos, por supuesto, pero también aprendamos, que es lo más importante para quitar las piedras del camino. Aprendamos, porque algunos expertos, como el Dr. Adolfo García Sastre, ya han sugerido que podemos sufrir una segunda e incluso una tercera ola de propagación del virus, como ya se ha observado en pandemias producidas por la gripe, por ejemplo en 1918 y en el año 2009. Al no existir inmunidad frente a este nuevo virus, el avance solo se frenará cuando un elevado porcentaje de la población mundial haya padecido esta enfermedad, y haya generado suficiente protección como para combatirla. A esto se le denomina inmunidad de grupo o de rebaño, y es una de las principales razones por las que es importante vacunar al mayor porcentaje de población posible frente a las enfermedades inmunoprevenibles.
Aprender no solo quiere decir que escuchemos a los mayores expertos y leamos artículos científicos con valiosa información sobre el coronavirus, sino que recordemos lo pasado y nos preparemos para el futuro. Tras el invierno del hemisferio sur y el verano del hemisferio norte, las tornas se cambian y el periodo frío regresa a nuestros países. Es entonces, cuando llegan los meses otoñales como octubre y noviembre, cuando la cosa puede volverse a poner complicada para nosotros. Si una segunda e incluso una tercera ola ocurren, es probable que el frío si sea un factor relevante y ayude a la transmisión, juntando además esta nueva ola pandémica con la circulación de la gripe y otros virus respiratorios. Por lo tanto en nuestras manos está que, si la primera ola nos tumbó el flotador y tuvimos que toser varias veces para expulsar el agua que habíamos tragado, frente a la segunda ola tenemos la obligación de comprar un flotador más grande o incluso un barco, para que esta pase lo más suavemente posible. Y esto equivale a que, cuando en cuestión de semanas termine toda esta vorágine que ha removido toda nuestra vida, tenemos un tiempo precioso y muy valioso para prepararnos frente a la siguiente ola. Este tiempo debe ser invertido en adquirir todos los materiales necesarios para luchar la siguiente vez, tanto en diagnóstico como en tratamiento, pero también en adaptar los protocolos a los nuevos conocimientos y en seguir formando a los profesionales para que puedan sacar lo mejor de ellos mismos. También por supuesto, en concienciar a la población de que ellos tienen mucho que aportar para “#FrenarLaCurva”.
Estos esfuerzos no serán nunca en vano. El futuro de este virus es incierto. Aunque la adaptabilidad que ha mostrado el SARS-CoV-2 durante estos meses a nuestra especie es muy alta (lo ha demostrado rápidamente en los primeros meses de 2020), no se puede aventurar aun si finalmente este virus se estacionalizará y formará parte del elenco de virus respiratorios que infectan a la especie humana, o si finalmente se extinguirá debido a su propio éxito. En el caso de que el SARS-CoV-2 infectara a un gran porcentaje de la especie humana (80-90% de la población) podría darse la hipotética circunstancia de que haya “auto-vacunado” a la población, y que por tanto la inmunidad de grupo generada limite tanto su transmisión que le lleve a la extinción. Sin embargo, el escenario más probable es que el SARS-CoV-2, tras las olas pandémicas que genere, se transforme en uno más de los virus respiratorios humanos, probablemente causando casos leves y asintomáticos en gran parte de la población a la que infecte, y neumonías y casos graves en la población con patologías previas y la gente más mayor. Cuestión que, por cierto, pasa cada año de igual manera con muchos de los otros virus respiratorios, y en especial con la gripe. Por tanto, todos los esfuerzos que hagamos ahora serán recompensados en el futuro más inmediato, porque estaremos mejor preparados para luchar frente al SARS-CoV-2 cuando este se quede entre nosotros (si lo hace finalmente), tanto a nivel de laboratorio como en el tratamiento y manejo de los enfermos.
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Fuente: One Health-IN